El docente de la Universidad Católica Boliviana «San Pablo» y de su Carrera de Comunicación ha sido honrado con la designación como miembro de número de la Academia Boliviana de Historia

Jean Paul Guzmán

Robert Brockmann: su nombre sonaría bien y  hasta podría encajar como personaje ideal de alguno de los deslumbrantes viajes que narraron Mark Twain o John Steinbeck. Porque, además, Robert es un apasionado de la aventura y de la motocicleta, que, combinadas, brindan a su conductor sensaciones y experiencias únicas en los infinitos caminos del mundo.

Contrariamente al desbordado carácter que se podría esperar de un aventurero, el trato de Brockmann siempre es sereno y sus palabras meditadas, como si calculara con precisión el significado de sus expresiones y el impacto que busca con ellas. Todas estas características emparentan perfectamente a Robert con otra de sus pasiones: la historia, ya que ella reclama de sus autores  el equilibrio perfecto entre el afán desmedido por el descubrimiento y el sosiego para narrar los hechos que cuenta.

En esa condición, la de historiador, Brockmann ha enriquecido la historiografía de Bolivia con libros claves que permiten al lector aproximarse en profundidad tanto  a personajes que dejaron huellas sísmicas como a medulares acontecimientos que perfilan el país que somos, con sus defectos y virtudes; sus orgullos y vergüenzas.

Por ese trabajo y una trayectoria profesional que lo avala, Brockmann fue registrado el pasado 15 de abril como miembro de número de la Academia Boliviana de Historia, ocasión en la que presentó la disertación de ingreso titulada  Un camino resbaladizo – Bolivia y Alemania, de aliados a enemigos (1939-1941).

En ese trabajo histórico y académico, el autor cuenta un capítulo fabuloso de la historia, en la que Bolivia estuvo a punto de integrar el bloque de la Alemania nazi que desató la Segunda Guerra Mundial.

Brockmann relató: “En 1939, cuando era presidente Germán Busch, Bolivia tuvo la intención de adherirse al Pacto Anti-Kommintern, que después se convirtió en el Pacto de Acero, entre Berlín-Roma-Tokio. Busch envió a su padre alemán a Berlín, a su cuñado japonés a Tokio, y a otro cuñado a Roma. Pero él mismo murió entretanto, una semana antes del estallido de la Segunda Guerra Mundial. Si él hubiera vivido, ¿hubiéramos tenido un Pacto Berlín-Roma-Tokio-La Paz? Los sucesores de Busch fueron alineando a Bolivia con Estados Unidos. En mayo de 1941 se inauguró el nuevo edificio del Colegio Alemán en Sopocachi, con la presencia del presidente y de ministros. Once semanas después, Bolivia expulsaba al embajador alemán. En 1942 Bolivia rompía relaciones con Alemania; y, en 1943 le declaraba la guerra.”

Cuando se pregunta a Brockmann qué significa su ingreso a la Academia Boliviana de Historia, responde: “Significa que otros historiadores de altísimo nivel consideran que la obra que uno ha acumulado, los aportes que uno ha hecho, tienen relevancia perdurable para la historiografía boliviana. Por otro lado, formaliza la percepción de que uno ha dejado una huella significativa en la historiografía, y se espera que uno siga contribuyendo a ella, pero ahora desde un rol en el que uno es además custodio y referente. Y no menos importante, permite establecer o fortalecer vínculos con otros intelectuales, tanto en el ámbito nacional como internacional”.

Sus orígenes

Podría pensarse que un intelectual llega a ser historiador exclusivamente a través de su curiosidad por los hechos del pasado y su significado en el presente, sumergido en voluminosos y polvorientos libros de historia. Pero no siempre es así. Brockmann, por ejemplo, arribó a la historia a través del magnetismo de los cómics, que lo atrajeron a la lectura. “Fui lector desde tan niño, que aprendí a leer solo, preguntando qué letra era esta. Cuando llegué a primero de primaria ya leía de corrido”.

 Y del cómic saltó a nadar en todos los recovecos posibles de la historia, que se convirtió en el grueso de sus lecturas, es decir en su material preferido. “No me disgusta la narrativa de ficción, pero todo el tiempo me digo ‘bah, pero esto es invento, esto no ha sucedido’ y me parece que la realidad es más interesante”, asegura.

La historia está emparentada con la investigación, casi encadenada con ella, dirían muchos autores. Robert lo sabe y cuenta que en el  cultivo de la investigación, tiene dos ejemplos: “En los años 1994 y 1997 me topé con dos libros de historia/reportaje, escritos por periodistas, con tal grado de detalle, y tan interesantemente escritos, que se convirtió en mi ambición escribir como ellos: Robert K. Massie y el libro Dreadnought, y John Lee Anderson con su Che Guevara–A revolutionary life. Todo el resto fue hacer mía la manera de utilizar y mezclar apropiadamente los recursos documentales y recursos narrativos”.

Cuando se le interroga por qué es importante para un ciudadano saber la historia de su país y la del mundo, Brockmann responde: “Esta pregunta amerita un largo ensayo como respuesta. Pero digamos simplemente que conocer la historia propia y la del mundo es ejercer un acto de libertad: nos permite entender quiénes somos, cómo llegamos hasta aquí y qué caminos podemos —o debemos— evitar. Es memoria, conciencia y brújula”.

La Universidad Católica Boliviana (U.C.B.) “San Pablo” y su Carrera de Comunicación se enorgullecen de contar con Brockmann como uno de sus catedráticos, precisamente en materias vinculadas a la historia y al presente del país, lo que jerarquiza su calidad académica y la misión de formar profesionales con un sentido crítico de la realidad.

Robert generalmente llega a la U.C.B. en su motocicleta para dictar clases. La estaciona en el parqueo ubicado en diagonal al atrio, respira profundamente tras apagar el motor y luego camina  el aula que tiene asignada. Desde abril de este año, no solo cargará consigo la memoria de los hechos de la historia que ha narrado con maestría, sino también el título que lo honra y desafía como miembro de número de la Academia Boliviana de Historia.